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EL ARMARIO OCUPADO (EN PROGRESO)

Tan pronto como Jessie Adams se metió en la cama, tapándose hasta el cuello con las sábanas y frazadas (porque era invierno y, aparte, el sistema de calefacción central de la casa no funcionaba correctamente), se aferró fuerte a su oso de peluche Winnie the Poo, y comenzó a mirar a su alrededor. Casi todo estaba en orden; la ventana se hallaba cerrada y la persiana estaba baja, y los juguetes y muñecas se encontraban esparcidos por sobre la alfombra de la habitación. A su derecha, contra la pared, el escritorio donde hacía las tareas escolares o se ponía a dibujar unicornios. A su izquierda, la mesa de luz, con dos portarretratos sobre ella, y más allá, el armario con sus dos puertas rectangulares abiertas.
No todo estaba en orden.
-¡Mamiiiii!
-¿Qué ocurre, Jessie ?
Los pasos de su madre saliendo de su habitación, recorriendo el pasillo hasta llegar al umbral de la puerta de entrada a la habitación de su hija.
-¡Las puertas, mamiii! ¡Las puertas del armario estan abiertas! ¡Ciérralas, por favor! ¡Ciérralas con llave!
-Esta bien, hija, pero no hace falta de que grites. Estoy aquí, por Dios y todos los santos...
Con un suspiro, su madre se dirigió al armario y cerró ambas puertas echándole llave, y se acercó a su hija, que parecía hallarse al borde de un ataque de nervios.
La oscuridad del interior de aquel armario cargado de ropas colgadas había desaparecido. Fuera lo que fuese que vivía allí dentro, ahora estaba encerrado.
-¿No te parece que ya estás demasiado grande para andar armando semejante escándalo? Ya te he dicho una y mil veces que no hay nadie metido dentro del armario. El monstruo del armario no existe, ¿entiendes? Lo mismo te digo con lo del hombre de la bolsa o el cocodrilo debajo de la cama.... Nada de eso es real, querida... Nada.
-Pero mamiiiiii...
-Mira, Jess, cuando tenías cinco años, podía entender lo del armario... Algunos niños no logran dormirse si no tienen entreabierta la puerta de la habitación e incluso la luz del pasillo encendida... Pero luego crecen..., como tu lo has hecho, y se dan cuenta que...
-¡Esas son mentiras!- gritó Jessie, que ya había empezado a dejar que las lágrimas le resbalasen de los ojos. Las mejillas prácticamente en llamas de coloradas que estaban.
-¡Y también lo del asunto del armario! Así que te duermes, sino quito la traba a las puertas- dijo, señalando en dirección al armario.
Jessie se quedó en silencio, como pensando en lo que su madre le había dicho. Sabía que el hombre de la bolsa era todo un cuento...



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